Taller 9
Horario 1003
Horas:
8 - Taller
Nivel:
10
Sílabo:
El edificio en crisis. El edificio como necesidad.
La historia de la arquitectura ha orbitado siempre alrededor del edificio. Este, como cosa construida, ha servido como herramienta para proponer una forma de ver el mundo. Al mismo tiempo, arquitectos en momentos específicos de esta historia han buscado alejarse de la construcción de edificios. La historia de la arquitectura está cargada de estas fluctuaciones de la posición del arquitecto con respecto al edificio.
Decimos que el edificio está en crisis porque la cosa construida está imbricada en un sistema de orden mundial basado en prácticas extractivas y de consumo de carbono que, ante una crisis climática innegable no puede sostener sus valoraciones por sí mismo. Decimos que el edificio está en crisis porque sigue representando el poder al que las sociedades le demandan cambios.
Los arquitectos, somos cómplices en la crisis del edificio como posibilidad de transformar nuestra realidad. Somos cómplices por seguir construyendo el mundo de forma antagónica, binaria, como se viene representando desde los inicios de la modernidad.
Decimos que el edificio está en crisis porque se entiende como la “respuesta inequívoca” a una serie de problemáticas territoriales, históricas, geopolíticas, ambientales, etc. Hemos desarrollado una capacidad argumentativa estratégica para deductivamente decantar estas problemáticas, periféricas pero importantes para la arquitectura, a la conclusión “evidente” de que un edificio en un lugar determinado es la herramienta para “resolver” una serie de problemas de una comunidad o territorio. El edificio termina siendo el efecto de una causa que se identifica, o peor aún, que se genera.
Por estas razones, entre otras, volvemos a la constante fluctuación histórica entre el alejamiento del edificio para encontrar un valor externo y la búsqueda de su autonomía disciplinar desde la representación para valorarse a sí mismo. Por momentos, el edificio y su producción es un valor por el hecho de realizarse, por otros algunos arquitectos han buscado transformar la práctica arquitectónica con la explícita intención de no edificar. Agrupaciones como Archigram, Archizoom Associati o Superstudio en la década del 70 se separaron del proyecto edificado como una realidad transformadora y cargan en la utopía las posibilidades de cambio y progreso.
A pesar de estas fluctuaciones a ambos lados de un espectro, los arquitectos siempre han usado las herramientas de nuestra disciplina, su representación y nuestro metalenguaje para establecer una posición. Una de afirmación del edificio, otra de obsolescencia.
En contraposición, el edificio es también una necesidad innegable. Nuestra realidad nacional cargada de desigualdades profundas en un territorio con una heterogeneidad avasalladora demanda a la sociedad la producción de infraestructuras. Edificar es un deber ético en la realidad latinoamericana y otras del “sur global”. En las próximas décadas el Perú debería ver hacerse realidad mucha infraestructura. Ante esto, es muy sencillo generar la necesidad de un edificio y el rol de los arquitectos en él. Ciertamente esta paradoja, esta necesidad enfrentada al dilema ético que implica construir, genera un espacio fértil de reflexión arquitectónica.
Los arquitectos nos vemos enfrentados siempre al dilema ético que hoy implica construir, por un lado, reconocemos la crisis del edificio como lo conocemos hoy, un objeto que representa una manera casi obsoleta de entender la realidad, las organizaciones de poder, las relaciones humanas y la crisis climática y por otro, la abrumadora necesidad como especie de transformar para mejor el mundo que hemos construido para nosotros. Desde la arquitectura tenemos la responsabilidad y el compromiso de volver siempre a pensar el edificio, la forma que este tome en el futuro como voluntad de transformación es el compromiso de los arquitectos. Tome la forma que tome, el edificio es la voluntad del arquitecto.
El edificio como espacio de reflexión para el taller.
El taller se posiciona precisamente en este espacio de encuentro, en la oportunidad que genera la paradoja antes descrita, entre la necesidad y la obsolescencia del edificio. La historia de la relación de los arquitectos con el edificio fluctúa, el taller se coloca en el medio estratégicamente para buscar darle nueva vida al edificio reconociendo el valor en la idea de proyecto como distinta al edificio. Uno es tan solo un resultado posible del otro.
El edificio construido habla de certezas, está ahí, su fisicalidad imposibilita hablar de otra cosa más que de lo que está frente a nosotros. El lugar de los arquitectos en el espacio de producción de un edificio es claro y limitado. Cada vez es más evidente que la producción de un edificio, sea donde sea, es menos un proceso de inspiración, diseño, creación; y más una coordinación compleja entre profesionales, economías, políticas y territorios.
Los estudiantes de arquitectura suelen ser capaces de detectar y articular un discurso sobre la necesidad de esta colisión de fuerzas. Sin embargo, se evidencia una incapacidad para valorar las decisiones proyectuales y ser capaces de argumentar y negociar el cómo estas decisiones proyectuales se presentan como arquitectura; una habilidad que como futuro profesional les compete. Dentro de esta “coordinación compleja” su rol no logra explicitar un sistema de valoración sensible sobre la historia de nuestra profesión, sobre las decisiones espaciales, estructurales, materiales, compositivas, tipológicas, etc. Pareciera que el edificio proyectado se valora solo en su capacidad de responder a las demandas que las demás disciplinas exigen. Su éxito o fracaso estaría en si el arquitecto puede insertar su realidad edificada en un discurso otro al propio de nuestra disciplina. Creemos que el arquitecto debe empoderarse desde su propia disciplina.
El taller busca virar la conversación nuevamente hacia el edificio desde el proyecto. El proyecto es entendido desde la noción del “todo difícil” que acuña Robert Venturi en el epílogo de Complejidad y Contradicción en la Arquitectura. Esto en un esfuerzo por volver a entender el problema arquitectónico el cual, según Enrique Walker en su ensayo Scaffolding (Andamiaje) “no se concede automáticamente por el encuentro fortuito de limitaciones o constricciones, sino que, de hecho, lo formula estratégicamente un arquitecto tras un examen detenido, así como una negociación, de esas mismas constricciones.”1
Para ello, el taller promueve una actitud descentrada frente al proyecto del edificio para entenderlo inicialmente de manera fragmentada, contingente, subjetiva e ilustrada. De esta manera, se busca aprovechar la crisis en la que se ha colocado al edificio para revalorar el proyecto, para revalorar la elaboración de argumentos desde, y no hacia, la arquitectura. Se invita a la reflexión desde el metalenguaje arquitectónico (sin pretender hablar de autonomía) para saber reconocer y explicitar la enorme cantidad de constricciones que confluyen en el proyecto arquitectónico (incluidas las autoimpuestas), siempre con el objetivo de que puedan “… convertirse en fuentes de invención cuando su encuentro es, por un lado, inesperado, cuando no permiten fácilmente soluciones recurrentes, o cuando su encuentro es, por el otro lado, calibrado, cuando hay suficiente espacio para moverse, aunque tampoco hay espacio para moverse lo suficiente.”2
CRÉDITOS: 8
REQUISITOS: Taller 8, Ética de la Arquitectura, Taller de Investigación, Taller de Urbanismo 3, Historia y Teoría de la Arquitectura 4, Estructuras 3, Seminario PFC 1, Prácticas Supervisadas y Aprobados 11 creditos de electivos: 5 creditos del grupo 1 ; 3 creditos del grupo 2 ; 3 creditos de libre disponibilidad