ESTAR ENTRE TODO: Isabel y Rosa

Fecha de publicación: 11 de agosto de 2022

Nuestra Analista en Gestión Administrativa de la Facultad, Rosa Maceda, y nuestra Coordinadora Administrativa del Departamento, Isabel Ruiz, nos cuentan sobre su vida y experiencias durante los primeros años de Arquitectura PUCP.


Durante nuestros inicios, y mientras se esbozaban los primeros esfuerzos pedagógicos con las primeras promociones, Isabel y Rosa—junto a Cecilia Lahura y Ricardo Castro—hacían lo propio desde la administración del Departamento y la Facultad. Transformando el entusiasmo de nuestras autoridades en gestión, orden y procesos, fueron una pieza clave para la construcción de nuestra Unidad Académica en sus primeros años, teniendo, además, la compleja tarea de insertarse dentro de un ecosistema de más de 25 facultades y departamentos al interior de la universidad. Sumergidas entre papeles, facturas, agendas, compras, notas, calendarios y llamadas—al interior de una pequeña caseta—, Isabel y Rosa tuvieron el enorme reto de convertir la voluntad de una nueva enseñanza en institución; un esfuerzo que, junto con el trabajo de nuestras autoridades, docentes y estudiantes, ha sido responsable de los grandes avances y prestigio que hoy goza nuestra Unidad.


Este 2022, y como parte de las celebraciones por los 20 años de Arquitectura PUCP, recogemos su importante testimonio con el propósito de sumar a nuestra memoria colectiva las voces de quienes hicieron posible nuestra escuela.

 

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«En el 2002 me quedé sin trabajo. Estuve 8 años como secretaría en la Dirección de Desarrollo Urbano de la Municipalidad de Barranco cuándo de un momento a otro el alcalde de turno decide reemplazar a todo el personal» nos cuenta Rosa. «Fuera de iniciar un justificado juicio de reposición—sugerido por varios de mis compañeros—, sentí que era perder el tiempo. Yo estaba lista y enfocada en buscar un nuevo trabajo».

 

Unos años atrás, Luis Rodríguez, actual docente de Taller de Fin de Carrera, se desempeñaba precisamente como director del área de Desarrollo Urbano donde Rosa trabajaba, lugar donde entablaron una relación profesional y de amistad. Durante el 2002 y 2003, en pleno proceso de creación de la Facultad y ya con el cargo de Secretario Académico, Lucho animó a Rosa a formar parte del equipo administrativo de la Facultad, en momentos donde trabajaban solo dos personas: La secretaria del decano, Cecilia Lahura, y Ricardo Castro, técnico administrativo.

 

«Empecé a trabajar en la facultad en el 2003 como recepcionista y secretaria a medio tiempo. Yo venía de trabajar en la municipalidad donde todavía usábamos máquinas de escribir. Llegar a la universidad y encontrar toda su estructura de sistematización era algo completamente nuevo. Cosas tan sencillas hoy como cómo utilizar el correo electrónico y la computadora eran habilidades nuevas para mí. Me sentía obsoleta». Fuera de sentirse abrumada, Rosa reconoció rápidamente sus carencias y supo que lo primero que debía hacer era capacitarse. En los meses siguientes, llevó a cabo una gran cantidad de cursos de informática, computación y gestión, mientras trabajaba a medio tiempo; una dedicación que rápidamente le rindió frutos. «Al cabo de unos meses, y gracias a mi trabajo, pasé a ser tiempo completo».

 

Durante el tiempo en que Rosa trabajaba en la municipalidad, Isabel hacía lo propio en la oficina del arquitecto Pedro Belaúnde. «En realidad, yo empecé trabajando para el socio del arquitecto Belaúnde, en la editora llamada Epígrafe» nos cuenta Isabel. «Al inicio mis funciones estaban enfocadas exclusivamente en la editorial, pero con el tiempo terminé administrando la oficina de arquitectura bajo la tutela de Pedro». Durante el 2001 y 2002, Isabel veía con frecuencia a varios arquitectos visitar la oficina, mientras organizaban, junto a él, los avances en la creación de la Facultad. Como uno de los miembros de la Comisión de Gobierno y futuro Jefe del Departamento, Belaúnde necesitaba una persona de confianza para trabajar a su lado, y la incentivó a postular a la universidad. «¿Yo qué voy a hacer allá arquitecto?» le contestaba Isabel, medio en broma, medio en serio. «No conozco nada del mundo académico». Sin embargo, convencida de que era una oportunidad valiosa para su crecimiento personal, entre enero y febrero del 2003 se preocupó en recolectar todos sus papeles para poder postular. «Había estudiado 3 años de administración, junto con otros cursos y capacitaciones en áreas como computación y gestión. Me sentía preparada». Isabel ingresa al Departamento de Arquitectura en marzo del 2003, el mismo año en que se inaugura la infraestructura del primer bloque de talleres, correspondientes al T-101,T-102 y T-103.



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En la universidad, Isabel y Rosa enfrentaron grandes desafíos dentro del trabajo administrativo. No solo debían adecuarse rápidamente a las dinámicas propias de una gran institución como la PUCP—adaptándose a los modos y lenguaje académico—, sino que debían hacerlo en un contexto donde tanto el Departamento como la Facultad se encontraban en plena formación. Desconociendo los detalles del funcionamiento de la universidad, ambas comenzaron a dedicar su tiempo para generar redes de contactos con personas administrativas de otras facultades y departamentos, estableciendo lazos de trabajo y de apoyo para aprender rápidamente cuáles eran las rutas de todos los procesos que debían seguir. Pablo Vega-Centeno, primer director del CIAC y anterior Secretario Académico de Ciencias Sociales, las apoyó brindándoles los anexos de personas que las ayudaron a navegar los diversos procesos de la universidad.

 

«Al inicio recuerdo que le decía al arquitecto Belaúnde, ¿por qué tengo que ser tan ceremoniosa al escribir las cartas? Así es acá, me decía sonriendo», recuerda Isabel. «Cuando llegué, no había ni espacio para mí. Me sentaba en una silla frente al arquitecto, pero cuando veía su sitio libre, me sentaba en su lugar». Dentro de las primeras labores de Isabel dentro del Departamento se encontraban la contratación de profesores, armar las carpetas docentes, escribir informes y textos de apoyo, realizar planes de trabajo y organizar los primeros eventos de investigación; además de orientar a los docentes en sus trámites.

 

Por su parte, Rosa se enfocada en la gestión académica y el contacto directo con los estudiantes a través de mesa de partes. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para comenzar a recibir encargos específicos de Frederick Cooper, primer decano, quien le asignó la tarea de organizar una serie de eventos entre los que se encontraban los Seminarios Internacionales y los viajes de los profesores. «Aprendí mucho trabajando con los arquitectos Rodríguez y Cooper. Ambos eran del tipo de personas que te decían: «Yo necesito hacer esto y necesito hacer esto otro», y cuando les preguntaba cómo se tenía que hacer, siempre me decían: consulta, averigua, pregunta». De todas sus primeras labores, la organización de estos seminarios se convirtió en un enorme reto para ella; un aprendizaje invalorable que le ha servido a la Facultad para posicionarse no solo a nivel local pero también en el extranjero. «No solo debíamos gestionar todo lo relacionado al evento en sí, sino también todo lo referido al traslado, estadía y comodidades de nuestros invitados extranjeros. Eran semanas agotadoras pero también muy gratificantes. El arquitecto Cooper siempre ha sido un gran anfitrión, y esperaba mucho de nosotros para dejar en alto el nombre de nuestra Facultad. He recibido correos de arquitectos extranjeros que, al regresar a su país, me han escrito agradeciendo por toda la organización y mi trabajo, algo que me llena de orgullo».

 

Para el 2005, las cosas resultaron un poco mejor para el Departamento en términos de infraestructura. Gracias a las gestiones del arquitecto Belaúnde, se pudo adquirir el hangar de Ingeniería a través de un préstamo para mudar sus oficinas. A pesar de los trabajos de refacción y acondicionamiento, sin embargo, su arquitectura de ventanas altas cubiertas con un nuevo cielo raso hacían del espacio un lugar poco ventilado y caliente, sobre todo en los meses de verano. Lamentablemente, la universidad había rechazado en más de una oportunidad el presupuesto para tener un sistema de aire acondicionado integrado.

 

Un día llegó a las oficinas una delegación del Vicerrectorado de Administración para hacer una inspección sobre los trabajos de acondicionamiento. Isabel, que en ese momento se encontraba sola, no perdió la oportunidad para enseñarles las nuevas instalaciones, intuyendo la oportunidad única que se le presentaba para que atiendan sus reclamos. «En ese momento sentí que era mi oportunidad. Mientras les enseñaba todos los ambientes le dije al entonces Vicerrector: Todo ha quedado muy bonito pero hay un problema. Nos morimos de calor, no tenemos ventilación, y en febrero ya comienzan a llegar nuestros profesores. Me preocupa que no podamos trabajar». El vicerrector entró a todos los ambientes, los examinó y tomó nota. A los pocos días, llegó un comunicado al Departamento indicando que el presupuesto para el aire acondicionado había sido finalmente aprobado.

 

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Soy amigo de Isabel desde hace más de veinticinco años, desde que yo trabajaba en la oficina de Pedro. Su amistad ha venido acompañada siempre de un apoyo permanente y sincero desde mi llegada en los años noventa a la oficina, lugar donde compartí diez años de mi vida con un lindo grupo. Siempre he reconocido su capacidad de establecer una claridad en las funciones y necesidades de su cargo, y estar atenta para el consejo adecuado y preciso sobre las dudas que uno lleva siendo docente en una institución como la PUCP. Isabel ha permanecido siempre con la mirada en el futuro y la vivencia intensa del presente, eso sí, con mucha conciencia de su responsabilidad para con los otros y sobre todo, siempre con una sonrisa sincera / Rodolfo Cortegana, docente.

 

Desde los primeros años hasta la actualidad, Isabel y Rosa han entablado lazos profesionales con sus jefes, docentes y compañeros de la administración; afinidades laborales que pronto se han convertido también en lazos de amistad y de respeto mutuo.


«De los primeros años recuerdo a profesores como Marta Vilela, Susel Biondi, Pablo Osores, Francois Vallaeys, Cesar Huapaya, entre otros» comenta Isabel. «Sin embargo, al que recuerdo con especial cariño es a Aldo Mantovani, una persona que siempre ha sido—y sigue siendo—muy importante para nuestra Facultad. Él estaba ahí sentado también con su cubículo, casi a mi costado, y conversábamos mucho sobre la universidad y nuestras vidas. Los alumnos y alumnas lo quieren mucho hasta hoy. Siempre lo consideré un excelente docente, muy preocupado por la enseñanza».

 

«Yo le debo mucho al arquitecto Cooper« recalca por otro lado Rosa. «Es una persona muy agradecida y siempre me apoyó en mi desarrollo profesional. Gracias a él, por ejemplo, pude llevar cursos de asistencia de gerencia en la universidad. Cooper era de esos jefes que siempre nos ha defendido y apoyado, reconociendo nuestro trabajo y esfuerzo. Era consciente que con tan poco personal, en la Facultad podíamos organizar lo que sea, desde los temas menudos académicos hasta los grandes eventos». Isabel, por su parte, agradece al arquitecto Belaúnde por el apoyo y la confianza:  «Quiero darle las gracias al arquitecto Belaúnde por darme la oportunidad de pertenecer a esta gran familia que es ahora Arquitectura PUCP, en la que he ido creciendo profesionalmente y lo más importante, he encontrado buenos compañeros de trabajo y también grandes amigos».

 

Su actitud siempre positiva, esa curiosidad innata que la empuja a aceptar cualquier reto con una sonrisa, y sobre todo, su velocidad para comprender y hacer bien lo que ni ella ni nadie sabía cómo hacer, hicieron de Rosita la colaboradora perfecta para ayudarnos a construir la Facultad que hoy existe y que hace 20 años era apenas una Resolución Rectoral. Pero, tan importante como sus cualidades profesionales, ha sido su trato fraterno con sus colegas, estudiantes y docentes, salpicados con esa divertida combinación de franqueza descontrolada, risa socarrona y mirada pícara que nos regala desde el primer día; gestos que le han impreso el carácter cálido, a ratos familiar, y sobre todo humano, que nuestra escuela respira. / Luis Rodriguez, docente.

 

 

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20 años después, muchas cosas han cambiado en la Facultad y el Departamento. No solo la infraestructura ha crecido—y con esto la tan esperada integración de ambas áreas administrativas—, sino también su grupo humano. De la mano con Rosa, hoy trabajan María Chávez, secretaria de mesa de partes; Gerardo Cárdenas, asistente de laboratorio; Ricardo Castro, técnico administrativo; Paolo Scarpati, asistente de taller de prototipos; Michael Prado, diseñador gráfico; Nathaly Marleni, asistente del decano y Fiorella Rabanel, promotora de mesa de partes. Por su parte, Isabel comparte sus labores con Nataly Silvera, secretaria del Departamento; Alondra Machero, promotora de mesa de partes y Flor Guerrero, secretaria del Centro de Investigación de la Arquitectura y la Ciudad (CIAC).

 

Asimismo, desde el 2017 ambas son también gestoras de las maestrías de arquitectura, Isabel de la Maestría en Arquitectura, Urbanismo y Desarrollo Territorial Sostenible (AUTS), dirigida por el arquitecto José Canziani, y Rosa, de la Maestría de Procesos Proyectuales (MAPP), dirigida por el arquitecto Jean Pierre Crousse. Sin embargo, y a pesar de los años, muchos docentes y estudiantes aún no saben exactamente cuales son sus funciones específicas dentro de la administración de la Unidad. Siempre que tengan algún problema o inconveniente, recurrirán a ellas buscando algún consejo o apoyo. Y ambas, a pesar de todas sus labores, estarán ahí para auxiliarlos. Esperamos que sea por muchos años más.

 

 

Redacción: Comunicaciones Arquitectura PUCP
2022